En muchas ocasiones, se suele estereotipar a las mujeres como vulnerables, sensibles y cariñosas y al género masculino con adjetivos relacionados con la fuerza, virilidad o ímpetu. Estoy segura de que cualquier mujer ha sentido alguna vez en su vida que la miraban más a la zona de su escote que a su cara mientras hablaba, y que a cualquier hombre se le ha ido más de una vez la cabeza pensando en lo que se esconde debajo de esa blusa o falda… pero ¿Realmente piensan ellos mucho más en el sexo que nosotras? ¿O es simplemente que ellos no tratan de disimularlo y nosotras si?
Un estudio revela que somos nosotras, las mujeres, quienes pensamos más en sexo a lo largo del día. Dedicamos un total de 3 horas al día frente a las 2 horas y media de ellos. Pero entonces, ¿por qué la mala fama la tienen ellos?
Seamos sinceras, una vez lo probamos durante un tiempo prolongado, nos damos cuenta de que nos resulta difícil vivir sin él. Puede que sea la liberación de fenilamina, el sentirnos queridas, o simplemente el stress soltado pero lo que no podemos negar es que llega un punto que no podemos dejarlo. Si lo tenemos, queremos más, y si no lo tenemos, miles de pensamientos llegan a nuestra mente en forma perversa. Un objeto, un compañero de la oficina, de clase o una película romántica pueden disparar todo tipo de pensamientos que nos hacen sentir obscenas. Es ese sentimiento de lascivo el que mezclado con nuestra feminidad, educación y comportamiento hace que sea impensable que lo dejemos entrever a los demás.
Pero lo llevemos en silencio absoluto; parcial, si es que sólo se lo contamos a alguna amiga íntima; o total, si todo el mundo sabe de nuestra <<adicción>
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